viernes, 28 de septiembre de 2012

Paranoia Insospechada

A la luz de las estrellas y de la música refunfuñando sus oídos el calor de esos dos cuerpos noviciados se escondía una gran fuerza esquizofrénica. La frescura de la noche y besos tan finamente delicados y escondidos como si estuvieran esperando el día para besarla, sin espera alguna la pasión aumentaba en ambos sus besos tan cálidos fueron ganándose la confianza, al dejarse llevar por sus caricias los ojitos de lucia brillaban y su corazón cada vez latía con mas fuerza, sus manos frías fueron tocando cada parte de ella sin permiso alguno, solo quiso dejarse llevar por aquel momento, perdiendo el control miguel pasaba su lengua por su cuello y tocaba con gran delicadeza su cabello, ella quitándole la camisa con una fuerza inexperta lamia cada parte de su cuerpo, aruñaba su espalda tan salvajemente que solo quería comerlo a pedacitos y disfrutarlo como si aquel sentimiento fuera una realidad. Miguel con tanta facilidad solo quería desvestirla de una u otra manera ataco directamente sus pechos sobre la tela, muy sensualmente ella para desviar la mirada de los demas bailaba  muy cerquita a miguel y el para seguirle el juego se estrechaba mas a su cuerpo y así mismo poder sentir aun mas cerca como latía su corazón.

Las caricias eran cada vez con mas tensión, sus juegos repentinos se hacían cada vez mas ardientes, el metía  la mano por debajo de su falda y al sentir su vagina mojada tocaba cada piecita, sus movimientos cada vez mas fuertes hacían que lucia se prendiera y le bajara el pantalón, se agacha y tocándolo como el se lo pedía empezó a masturbarlo con agresividad el respondiendo con un leve gemido de satisfacción hace que lucia juegue con su lengua, la pone de pie y poniéndola de espalda empieza a tocar sus nalgas obre el inmenso y flamante mástil, que la esperaba mete su pene y volteándole el rostro introduce sus dedos en la boca para que ella lamiera con sensualidad, el daba unas suaves palmadas en su cola recorriendo su ser lucia no pudo evitar un leve quejido de gozo, mientras la intensidad del momento sintió sus dedos repentinamente pringosos.

Una lluvia inesperada hizo que los dos cuerpos siguieran en órbita y  aquella paranoia sin control e insospechada de la noche terminara.



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